Comentario
La importancia del componente aéreo dejó anticuado el armamento de los buques de superficie, diseñados primariamente para el combate entre barcos y sólo de forma secundaria para defenderse de aviones. Hubo que instalar a toda prisa armamento antiaéreo, y el acorazado dejó de tener sentido. Sus poderosos cañones ya no decidían las batallas y se revelaron innecesarios los grandes calibres y la pesada coraza.
Una idea de las exigencias de la nueva situación la ofrece el cambio registrado en el armamento del más poderoso de los acorazados jamás construidos: el japonés Yamato, cuyo armamento secundario en 1941 se componía de 12 piezas de 6,1 pulgadas, para tiro a distancias medias, y los siguientes cañones antiaéreos: 12 de 5 pulgadas, 24 de 25 mm y 4 de 13; en 1945, los cañones de 6,1 pulgadas habían sido reducidos a 6, pero en cambio los de 5 pulgadas (automáticos) a 146. De los cuatro acorazados previstos de esta clase, el cuarto fue suspendido y el tercero transformado, en el propio astillero, en portaaviones.
El submarino se consagró como arma idónea para negar el uso del mar. Sólo el desarrollo de la aviación de patrulla antisubmarina y una increíble pifia alemana en la guerra electrónica que sus científicos sostuvieron con los británicos -como se verá más adelante- evitaron el colapso de los suministros a Gran Bretaña.
Alemania logró el mayor avance técnico gracias a una idea holandesa: el schnorkel, un tubo que permite a los submarinos poner en funcionamiento sus motores diesel -y recargar las baterías de los motores eléctricos que utiliza para la inmersión- sin necesidad de salir a superficie. De esta forma se evitaba que el submarino fuese advertido por el radar. Para entorpecer más aún la localización, el schnorkel fue recubierto de material antirradar.
Alemania logró también grandes avances en el desarrollo de los torpedos: aunque no hubo tiempo para que entrase en servicio, se realizó un motor capaz de impulsar estas armas a una velocidad de 40 nudos y se utilizaron ampliamente, por vez primera, torpedos buscadores, con un sistema -Zaunkönig- de guiado acústico. Los británicos utilizaron como contramedida un señuelo remolcado, que producía mayor ruido que los motores o las hélices del buque; los alemanes respondieron con un nuevo sensor acústico que discriminaba el ruido verdadero del señuelo, y los británicos replicaron con un modelo más perfeccionado.
Es preciso destacar el diseño alemán del submarino Tipo XXI, que entró en servicio apenas una semana antes de que finalizase la guerra. Además de los perfeccionamientos ya citados, disponía de casco aerodinámico, lo que permitió por vez primera a un submarino alcanzar mayor velocidad en inmersión que en superficie. La velocidad máxima bajo el agua de los Tipo XXI era de 16 nudos, exactamente el doble que la de los demás submarinos de la Segunda Guerra Mundial. Disponía además de baterías eléctricas mejoradas y podía desplazarse a cinco nudos en régimen silencioso, lo que dificultaba extraordinariamente su detección por métodos pasivos, que son los de mayor alcance. Para dar una idea de su importancia, cabe reseñar que los modelos clase Whiskey soviéticos y Narval franceses, que prestan servicio actualmente, son básicamente Tipo XXI mejorados.
Los alemanes utilizaron también de modo masivo las minas magnéticas, que obligó a los británicos a desmagnetizar sus buques. Las minas lograron en ocasiones -el Pacífico- una efectividad muy superior a la de los submarinos.